sábado, 30 de mayo de 2009

FERNANDO VILLEGAS Y LA CESANTIA

Hubo mucho de sabiduría en el consejo de la ministra Claudia Serrano, quien luego equivocadamente dijo que erró, cuando recomendó NO buscar trabajo a quienes no estaban tan urgidos. Se tomó su frase como chiste de mal gusto, siendo cosa profunda que merece más examen. Se la tomó así, porque la actual civilización no entiende las virtudes de la quietud, prefiriendo y promoviendo sólo lo dinámico, lo que se agita y aparece como un "más" y nunca como un menos; más desarrollo, PGB, velocidad, más, más. De ese criterio sólo se excluye la inflación y la edad.

La obra de Claudia Serrano tiene ilustres precedentes en la historia de la filosofía. No pocos sabios han recomendado el no hacer -ni querer- mucho. Según Blas Pascal, casi todos los problemas de los hombres derivan de no poder quedarse tranquilos en su casa. Elaborando sobre ese punto dijo lo siguiente: "El hombre no encuentra nada más intolerable que estar en estado de completo reposo, sin pasiones, sin ocupación, sin diversión, sin esfuerzo, porque entonces es cuando encara su nulidad, soledad y vaciedad y desde las profundidades de su alma emerge entonces el aburrimiento, la tristeza, la depresión, la pena y la desesperación….". Buda fue un pensador indio que en su doctrina del "óctuple sendero" decía más o menos lo mismo; eliminen sus deseos, fuente de todo dolor. Sin deseos hay poca o ninguna acción, poco o ningún desagradable intento de buscar un trabajo que no hay. Lo mismo afirmó Epicuro en el siglo IV a.C. aunque no era ministro del ramo y lo siguió diciendo Schopenhauer a mediados del siglo XIX, también sin cartera.

Se podrá alegar que nadie busca trabajo por gusto o entretención, sino por necesidad. A esto podría responderse que dicha necesidad ha de ser examinada en su esencia a ver si en verdad es tan necesaria. Es indiscutible que muchas "necesidades" son artificios diabólicos de las agencias de publicidad para mantener girando los engranajes de una civilización espiritualmente menesterosa, basada en el consumo y el gasto superfluo. Si vamos al meollo, poco es lo que realmente se necesita: comida, ropa, un techo. Era suficiente para Diógenes, para los ascetas hindúes, para los gimnosofistas, para los fakires, ¿por qué no para chilenos jóvenes que además aún pueden contar con el recurso de bolsearles a los viejos? En cuanto a estos últimos, a nosotros los adultos, hay también mucho paño por cortar. Como ejemplo, no veo por qué hemos de pagarle al Fisco, cada tres meses, cuantiosas contribuciones por nuestra vivienda, que equivalen a un arriendo perpetuo y abusivo a cambio de nada. Si cortamos eso y otras "necesidades", cortamos la de ir a buscar pega para financiarlas. Tal vez no hay épocas más felices que las vividas en recesión con necesidades amputadas, trabajos perdidos, estimulantes horas de ocio y una disminución notoria del ritmo de vida. Es verdad que algunos pueden pasar hambre, pero eso es también o puede ser un incentivo para adquirir una más elevada visión de la vida. Nadie filosofa bien con el estómago lleno.

Así pues y sin saberlo, Serrano, en una frase anecdótica, sintetizó un entero desiderátum, desde luego mi utopía y programa de gobierno personal: trabajar el mínimo necesario para comer, vestirse y tener techo. El resto del tiempo debiéramos dedicarlo a quedarnos en casa haciendo lo que nos place. ¿De qué sirve lo demás? No veo muchas caras felices entre las turbas inquietas que llenan los malls, las carreteras, los salones de belleza, Spa, gimnasios, cines y discotecas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog