jueves, 30 de abril de 2009

Como aspirar al poder desde el mundo social


Claramente el mercado laboral favorece con mejores regalías a ingenieros sobre sociólogos o filósofos. Y es que en Chile se ha privilegiado la formación técnica por sobre la humanista. Aunque las razones son muchísimas, desde la presunción que se debe actuar rápido, la reflexión no es rentable, o queda a cargo del principal inversionista, técnico que cuenta con la habilidad para sortear los obstáculos que le presenta el sistema y junto a sus abogados se las ingenia para instalarse en el sitio que mejor le conviene en la oferta de sus bienes y servicios. Y el procedimiento está correcto desde su génesis en la intención de lograr un desarrollo económico. Así lo concibió pinochet.

Los políticos son sus relacionadores públicos, se mecen en la ola del bienestar hasta que algún problema les toca apenas la conciencia, para redactar una columna en algún diario, dar una entrevista o presentarse a algún programa de televisión. Y esta última acción de marketing es lo que más placer les entrega porque tiene toda la tribuna que necesitan y si logran decir y hacer lo correcto pueden captar las audiencias necesarias para seguir perpetuándose en el poder. Lo malo es que para algunos se transforma casi en una enfermedad que no se les quita con nada y se les vuelve en contra, pero es otro tema.

Para llegar a esta reflexión no se puede ser ingenuo porque la capacidad de soñar siempre va a ser un motor impulsor de iniciativas con trascendencia, aunque se desvirtúen absolutamente en el camino.

No hay nada más atractivo para un joven profesional dedicado al área social como un Techo para Chile, donde se cumple una misión con la conciencia, la iglesia, la universidad, los principios valóricos, etc., ser llamado a ocupar un lugar destacado en una campaña presidencial. Es atractivo por donde se lo mire. Al candidato esto lo posiciona en un elevadísimo lugar de promoción de valores, capta el voto perdido de la juventud y le da aire renovado a un decadente y moribundo discurso político. Es tan buena la idea instalada en la campaña de Frei y tan efectiva su implementación que el principal bando opositor copió la idea reclutando a un profesional con similares características en cuanto la noticia se hizo pública, pues esta acción no tiene lados flacos. No cabe duda que alguna de las hijas de don Eduardo, todas inteligentes y con la visión de los jóvenes aconsejó a su padre, aunque solo es cosa de escuchar a cualquier representante juvenil para acoger la idea.

El tema se vuelca en la falta de audacia de estas nuevas generación de profesionales y no me refiero a la arrogancia y búsqueda del poder, que de esos si que abundan, sino al poco atrevimiento en proponer nuevas herramientas cuando las viejas ya cumplieron su vida útil. Aún pecando de poco agradecido de aquellos muchachos que silenciosamente trabajan al amparo de algún movimiento musical o artístico, que funcionan como una válvula de escape, grupos creados por ellos mismos, sin recursos ni inversionistas sino solo con las ganas y la convicción de que las cosas no van por buen camino y se niegan a participar de la convocatoria de viejos perpetuados, acostumbrados, acomodados, etc.

Las nuevas herramientas que se deben poner en práctica no forman parte del mercado de oferta y demanda que domina hoy día, sino de una oferta y demanda por lo que la gente común y corriente añora, lo que está dentro de todos nosotros y que no lo vemos porque estamos sobrepasado. Los árboles no nos dejan ver el bosque.

Es tan simple y volátil que no lo tomamos en cuenta porque nos acostumbramos a encasillar todas nuestras convicciones en un partido o una religión y resulta que en el apropiamiento de una verdad única se pierde el sentido de lo más básico, de lo que buscamos permanentemente en nuestro círculo más cercano, en el compartir y aceptar las diferencias de pensamiento mientras no atente al bien común.

Pero esta rapidez por la obtención del resultados va de la mano de reacciones poco amistosas, del atropello, la violencia sobre el ritmo interior que cada cual necesita para mantener el equilibrio de su propia salud.

Se ha llegado al extremo de reconocer y rendirle tributo a la gente que está enferma, son los agotados por el exceso de maldad, postrada por el egoísmo generalizado, como si fueran parte de un mundo ajeno que no tuvo la suerte de subirse al carro de la victoria. Somos todos enfermos y solo algunos somatizan los síntomas pero vamos todos en el mismo carro.

Los valores que predican los proyectos de nuevos líderes son reconocidos por todos, jóvenes, viejos y adultos, generan gran expectativa porque queda la sensación que nuevos tiempos vendrán, con nueva gente, nuevos brios y nuevos valores, olvidándonos que casi todos los políticos comenzaron igual, pisando el palito de la modernidad, con la comodidad como ultimo fin, amparada en la nebulosa de los avances en la tecnología o los diseños habitacionales para todos. Cerramos los ojos creyendo que la pobreza se va a terminar.

La iglesia católica también tuvo su oportunidad influyendo a las clases más acomodadas, reclutando a “los mejores” infundiendo valores de igualdad de oportunidades que nunca llegaron a concretarse por algo que subyace a todo movimiento, la diferencia; de clase, de educación, de color, de lo que sea, pero se instala como arte de magia y permite que los grupos sigan sus lineamientos solo con sus símiles. El lenguaje, las costumbres, las aspiraciones nos diferencian, porque estamos sumidos en el mundo de lo superfluo. Las motivaciones que nos unen y nos ponen en línea con lo humano quedaron para la chacota y para el compartir con el copete donde los egos se desbordan y caemos en la perdida del respeto con el vecino. Seguimos subsistiendo en este mundo que no valora el compartir de una utilidad bien generada, de la sencillez y la grandeza de un compartir sano, un sentimiento de acogida en un momento difícil, una conversación de amigos y que si privilegia lo que no tenemos, lo inalcanzable, lo difícil y duro y que solo algunos pueden, en definitiva, el reconocimiento al logro material.

Para allá va la carrera y en ese carro estamos todos, junto a los nuevos lideres que nos darán garantías de probidad. Gracias a sus curriculum y sus meritos serán reconocidos con el sueldo de 7 millones mensuales permitiéndoles estar a la par de sus colegas buscando eternamente cómo lograr la igualdad y la equidad que el país clama, mientras las riendas del país la llevan otros.

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